
De mirada penetrante, nariz acusadora y
corazón indomable, José Luis Villaverde Cuadrado “el brujo”, sobrenombre
atribuido al morenito jugador hondureño del Real Valladolid Gilberto Yearwood,
se caracterizó siempre por su espíritu servicial y un ánimo innato de ayudar a
los incontables chavales que, a lo largo de casi treinta años, pasaron por su
famoso “camarote”, un reducido espacio donde, siempre flanqueado por una
camilla, atendía cualquier dolencia o lesión muscular en medio de un inevitable
olor a reflex y un collage con las fotografías más emblemáticas de su vida,
entre las que se encontraba la que le hice personalmente mientras atendía a uno
de sus muchos pacientes, y que atesoraba con orgullo.