
Amadeo,
un nombre muy vinculado a los principios de lo que hoy es el C. D. Arroyo del
que él fue fundador, jamás olvida un gesto de gratitud o un detalle nacido del
alma, como la carta que le mandó una navidad, Gilberto, un niño colombiano de
siete añitos para agradecerle con un “gracias por haberme permitido hacer lo
que más me gusta”, que le hubiera dejado jugar al fútbol con los pequeñines
del Arroyo, palabras que este hombre
apasionado, tanto del fútbol como del teatro, lleva inscritas en su corazón con
letras de oro.