
Domingo
Caballero fue un hombre
cordial, abierto de mente, buen negociador y gran conversador, capaz de unir,
desde el pasado, la inercia necesaria para avanzar hacia el futuro, por eso
fue, ante todo, un hombre moderno, que se esforzaba, desde la originalidad, en
hacer las cosas mejor que nadie, no para humillar al rival, sino para avanzar
junto a él en la misma dirección como
gran líder que era, caracterizándole su valentía, rigurosidad y gran capacidad
de empatía, cualidades que hicieron de él uno de los presidentes más queridos
de la historia del fútbol vallisoletano.